Charak Puja

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Guwahati, Assam
India
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El sol brilla en la mañana del 15 de abril, año nuevo en el calendario Bengalí que coincide con el tiempo de cosecha. Como cada año en este mismo lugar, 5 hombres montan un poste de bambú de 5 metros de alto, detrás el altar con Shiva y Shakti se enciende con velas de manteca. El cura bendice el terreno y espera junto al tridente de Shiva enterrado frente al poste.

 

A las 2 de la tarde ya hay mucha gente, las mujeres traen ofrendas en dinero, bananas, coco. Gritan a coro mientras niños tocan tambores y el humo de inciensos lo inunda todo.

 

La puja se convierte en un show cuando un saddhu pintado de plateado y disfrazado de Shiva entra en escena bailando con Shakti. Los saddhus son hombres religiosos que se despojan de todos los bienes materiales y viven de la caridad para poner su ser a servicio de dios. En el charak puja los saddhus son más que eso: exponen sus cuerpos al dolor para demostrar que dios los protege del sufrimiento.

 

Los tambores suenan siguiendo a los dioses en su danza alrededor del terreno. La música cada vez es más fuerte, más gente se acerca y el ambiente se carga de música y expectativa. Los dioses entran en trance y todas las miradas se centran en el gurú que se posa frente a ellos, los bendice y caen desmayados. Por un instante hay silencio y atención, luego el publico grita eufórico como pidiendo más.

 

Un hombre aparece en el centro. Saca la lengua ya marcada de varias perforaciones y hoy vuelve a intentarlo. El gurú se la estira hacia afuera y mientras la atraviesa con un lanza una mueca se dibuja en el rostro pero no parece de dolor sino de poder. Se acerca al público pidiendo monedas, hay caras de asombro, de indiferencia, de compasión.

 

Llega Kali, la diosa oscura, la madre negra que pelea contra los hombres para destruir la negatividad, las limitaciones y la pena. Shiva, el dios que danza para destruir el universo y así poder crearlo nuevamente, se acuesta en una cama de clavos y espadas y acorde a los libros sagrados, en su vorágine destructiva, Kali se para sobre Shiva y para sorpresa de los espectadores, sale ileso. Las energías femenina y masculina se unen para destruir el sufrimiento en la tierra. El sentimiento intenso de fe y esperanza de que quizá esta vez los dioses los escuchen y tengan un próspero año nuevo vibra en el aire.

 

La lluvia que esperamos hace un mes llega todos los años en esta fecha. La humedad condensada, una nube negra se acerca en el horizonte. El ambiente está tenso como si estuviéramos adentro de esa nube de tormenta que llega, como una respuesta de Shiva al fervórico llamado del que sufre en la tierra. Una mujer poseída con los ojos desorbitados da vueltas y grita de cara al cielo. La gente observa enmudecida cuando cae inconsciente en medio del terreno, las primeras gotas tocan su rostro pero pareciera que ella no está. El público que ahora es una multitud corre a refugiarse del viento y de la lluvia de gotas enormes. Los inciensos luchan por mantenerse encendidos junto al poste, que se empieza a embarrar: la lluvia cae con toda la furia de los dioses.

 

El temporal duró 20 minutos, de vuelta al campo la gente aparece de todos los rincones para terminar el rito. El público alucina y se cuela por debajo de las vallas de bambú para ver de cerca mientras el gurú atraviesa la espalda de Shiva con dos ganchos de carnicería unidos por una soga. Sube al poste de bambú y lo atan de la espalda, del otro lado del poste otro voluntario hace lo mismo. Hay gritos y corridas, se necesita espacio para que los representantes del sufrimiento vuelen sobre nuestras cabezas. Desde arriba Shiva suelta una paloma, que se lleva el mensaje de esperanza y representa la aceptación del sufrimiento como parte del camino a la liberación. El otro saddhu lo disfruta, estira brazos y piernas, siente que vuela, siente poder. Desde arriba agita a los espectadores, una masa de energía circular se eleva al cielo.

Cuando el poste deja de girar, toda la gente presente se acerca a cada extremo para recibir la bendición. Las ofrendas recibidas son devueltas, todos se desesperan amontonados a los pies del saddhu para tener su parte. Luego del sufrimiento y la búsqueda de la elevación espiritual, el dios Shiva que los protege devuelve en forma de donación.

 

Todavía dudamos si algo de esta puja es cierto, hasta donde la cultura trasciende lo real y se mezcla con la magia, sumergidos en un rito supersticioso que determina el porvenir de las familias.

 

 

 

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